Martin Luther King, Jr.
"Tengo un sueño"
DISCURSO EN WASHINGTON, D.C.
Esta edición: Marxists Internet Archive, septiembre de 2006.
Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.
Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada
aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos
acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y
blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus
manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin!
¡Libres al fin!
Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!"
"Tengo un sueño"
DISCURSO EN WASHINGTON, D.C.
Pronunciado: El 28 de agosto de 1963 delante del monumento a
Abraham Lincoln en Washington, DC, durante una histórica manifestación
de más de 200,000 en pro de los derechos civiles para los negros en los
EE.UU.
Versión al castellano: No consta.
Versión digital: Wikisource en Español, 2006.
Versión al castellano: No consta.
Versión digital: Wikisource en Español, 2006.
Esta edición: Marxists Internet Archive, septiembre de 2006.
Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.
Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica
sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este
trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza
para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una
marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una
larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es
libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada
por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación;
cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un
inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro
todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se
encuentra desterrado en su propia tierra.
Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición
vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro
país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república
escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la
Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo
estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de
que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables
derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese
pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar
esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque
sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos
insuficientes". Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia
haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las
grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a
cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la
libertad y de la seguridad de justicia.
También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a
Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el
momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de
gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de
democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de
la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es
el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de
Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas
movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.
Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del
momento y no darle la importancia a la decisión de los negros. Este
verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará
hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.
1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la
esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá
contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de
siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta
que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los
remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra
nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay
algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que
conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos
en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No
busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la
amargura y el odio.
Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el
camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que
nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez
debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza
física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha
envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de
toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como
lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su
destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente
ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos
hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver
atrás.
Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo quedarán satisfechos?"
Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros
cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de
las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar
satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto
pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos,
mientras un negro de Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York
considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no
quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y la
rectitud como una poderosa corriente".
Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a
grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de
angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su
búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la
persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca.
Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo.
Continúen trabajando
con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es
emancipador.
Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a
Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los
guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera
esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de
la desesperanza.
Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las
dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño
profundamente arraigado en el sueño "americano".
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el
verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son
evidentes: que todos los hombres son creados iguales".
Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los
hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de
esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado
que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se
convertirá en un oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el
cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de
su personalidad.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador
escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los
negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan
unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos,
como hermanos y hermanas.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas
y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y
los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se
unirá todo el género humano.
Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual
regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la
desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el
sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de
fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar
juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que
algún día seremos libres.
Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán
cantar el himno con un nuevo significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra
de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis antesecores
murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la
montaña, que repique la libertad". Y si Estados Unidos ha de ser grande,
esto tendrá que hacerse realidad.
Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los
montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde
las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las
alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad
desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la
libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: !
¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que
repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique
la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí!
"De cada
costado de la montaña, que repique la libertad".
Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!"
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