La Crisis que padecemos.
Vladimir Aguilar
Mérida-Venezuela
“En el curso de la crisis, cuando el momento de pánico ha pasado y la industria se estanca, el dinero está fijado entre las manos de banqueros, de los agentes de cambio, e igual que el ciervo brama su sed por agua fresca, el dinero grita su deseo de un terreno en el que pueda ser valorizado como capital”. Marx (Manuscritos 1857-1858. Tomó I)
La crisis Tal como lo advirtiera Daniel Bensaid (2009), la crisis aparece bajo la metáfora de la locura, pero de una locura que “domina la vida de los pueblos”.
Las contradicciones del sistema capitalista se manifiestan en ella plenamente.
La economía por entero se vuelve delirante, alienada, en tanto que esfera autónoma vuelta incontrolable. La crisis que padecemos es una crisis cultural porque es una crisis de país.
En efecto, se trata de polarizar todo las lógicas habidas y por haber de la realidad nacional. En cada vericueto de nuestras vidas se producen y reproducen las dinámicas inherentes a la crisis.
Pero también es una crisis cuya base material es el extractivismo. Un país que nada produce tampoco nada le cuesta. Para una economía especuladora una política especulativa Este es el drama de nuestro país en tiempos de extractivismo.
Frente a un modelo económico parasitario y especulador se requiere de una política igualmente especulativa. Son los tiempos actuales de la política en Venezuela.
A la guerra económica se le opone el abandono del cargo y ahora el golpe de estado. Así andamos. Entre enchufados e improvisados nos veamos. Es la época del enemigo externo y del intento fratricida de la concertación de élites.
De una generación y otra A esta generación le correspondía hacer de Venezuela un país grande o hacerlo sucumbir en la más horrible de todas las noches oscuras.
Hoy asistimos a la peor de las debacles en manos de un gobierno y de castas (nepman) que han tomado por asalto los destinos de Venezuela.
Chávez convirtió los tiempos electorales en tiempos políticos. Maduro pretende traducir los tiempos políticos en tiempos electorales. Toda la trama del momento político actual se sortea en quien será el artífice del destrabamiento del nudo gordiano en el que nos encontramos: el reacomodo de los actores e intereses en pugna en el seno del gobierno; la superación de las fuerzas que se encuentran confrontadas a lo interno de la oposición; o un gran movimiento que emerja desde el hastío consciente de la gente.
Cuando la revolución se convierte en fraude El mayor fracaso de esta mal llamada revolución y de este fraude de proyecto bolivariano es tener que haber vuelto al principio: Ramos Allup como Presidente de la Asamblea Nacional en el 2016. La estafa chavista crea las condiciones para volver al pasado de la perversidad adeca. Entre estafadores nos veamos.
Volvió el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México de seguro volverán los adecos en Venezuela. Lo mismo dijeron de Pérez hace veinte años atrás y llego Chávez. Ahora regresó Acción Democrática (AD). La alternancia da para todo porque la democracia petrolera lo permite. Hasta que no superemos el extractivismo político en Venezuela, expresión del extractivismo económico no habrá cambio posible en el país.
Sera nuestra desgracia y drama hasta que no decidamos llegar al fondo de nuestra tragedia, que es esta borrachera petrolera por la cual se debaten las élites de turno. Como ya lo hemos dicho, este experimento democrático se debate entre revolución y constitución.
El gobierno usa todo el poder de sus instituciones para hacer valer algo que no ha podido tener en 17 años: una razón de Estado inexistente. Lo que parió la democracia petrolera ha sido una izquierda panfletaria a imagen y semejanza de su adversario político.
Como lo dijera Arturo Sosa, en Venezuela hay ausencia de proyecto de país. En conclusión, el atavismo político es la única certeza en estos años de bizarra revolución. Los delirios de la crisis La crisis nos confronta. Provoca delirios.
Hace que perdamos la sindéresis y el discernimiento. Nos hace enfrentarnos y automáticamente polarizarnos. Los reclamos van y vienen con lo más inmediato que tenemos.
¿Qué ocurriría si en esta hora aciaga el gobierno en un “golpe de suerte” liberara a los presos políticos y llamara a elecciones? ¿Se atemperarían los delirios? ¿Qué pasará con las validaciones de los partidos políticos? ¿Y los jugosos contratos del Arco Minero con países que pidieron la activación de la Carta Democrática? ¿Cómo quedarán? ¿Estarán sujetos a la sentencia 156 de la Sala Constitucional?
Nuestro propio Termidor Es tiempo de llamar las cosas por su nombre.
¿Cómo es que un Presidente que ha abandonado su cargo puede dar un golpe de Estado?
¿Quién o quienes son los golpistas? ¿El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), su sala constitucional, los magistrados o el gobierno nacional?
¿Se repite el Carmonazo de abril del 2002?
Recordemos que para ese entonces otro TSJ señalaría que no había habido golpe de Estado. El gobierno se deshace del bonapartismo, de esa mezcla de despotismo con autocracia.
Venezuela avanza hacia su propio Termidor.
Marzo 31, 2017
Vladimir Aguilar
Mérida-Venezuela
“En el curso de la crisis, cuando el momento de pánico ha pasado y la industria se estanca, el dinero está fijado entre las manos de banqueros, de los agentes de cambio, e igual que el ciervo brama su sed por agua fresca, el dinero grita su deseo de un terreno en el que pueda ser valorizado como capital”. Marx (Manuscritos 1857-1858. Tomó I)
La crisis Tal como lo advirtiera Daniel Bensaid (2009), la crisis aparece bajo la metáfora de la locura, pero de una locura que “domina la vida de los pueblos”.
Las contradicciones del sistema capitalista se manifiestan en ella plenamente.
La economía por entero se vuelve delirante, alienada, en tanto que esfera autónoma vuelta incontrolable. La crisis que padecemos es una crisis cultural porque es una crisis de país.
En efecto, se trata de polarizar todo las lógicas habidas y por haber de la realidad nacional. En cada vericueto de nuestras vidas se producen y reproducen las dinámicas inherentes a la crisis.
Pero también es una crisis cuya base material es el extractivismo. Un país que nada produce tampoco nada le cuesta. Para una economía especuladora una política especulativa Este es el drama de nuestro país en tiempos de extractivismo.
Frente a un modelo económico parasitario y especulador se requiere de una política igualmente especulativa. Son los tiempos actuales de la política en Venezuela.
A la guerra económica se le opone el abandono del cargo y ahora el golpe de estado. Así andamos. Entre enchufados e improvisados nos veamos. Es la época del enemigo externo y del intento fratricida de la concertación de élites.
De una generación y otra A esta generación le correspondía hacer de Venezuela un país grande o hacerlo sucumbir en la más horrible de todas las noches oscuras.
Hoy asistimos a la peor de las debacles en manos de un gobierno y de castas (nepman) que han tomado por asalto los destinos de Venezuela.
Chávez convirtió los tiempos electorales en tiempos políticos. Maduro pretende traducir los tiempos políticos en tiempos electorales. Toda la trama del momento político actual se sortea en quien será el artífice del destrabamiento del nudo gordiano en el que nos encontramos: el reacomodo de los actores e intereses en pugna en el seno del gobierno; la superación de las fuerzas que se encuentran confrontadas a lo interno de la oposición; o un gran movimiento que emerja desde el hastío consciente de la gente.
Cuando la revolución se convierte en fraude El mayor fracaso de esta mal llamada revolución y de este fraude de proyecto bolivariano es tener que haber vuelto al principio: Ramos Allup como Presidente de la Asamblea Nacional en el 2016. La estafa chavista crea las condiciones para volver al pasado de la perversidad adeca. Entre estafadores nos veamos.
Volvió el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México de seguro volverán los adecos en Venezuela. Lo mismo dijeron de Pérez hace veinte años atrás y llego Chávez. Ahora regresó Acción Democrática (AD). La alternancia da para todo porque la democracia petrolera lo permite. Hasta que no superemos el extractivismo político en Venezuela, expresión del extractivismo económico no habrá cambio posible en el país.
Sera nuestra desgracia y drama hasta que no decidamos llegar al fondo de nuestra tragedia, que es esta borrachera petrolera por la cual se debaten las élites de turno. Como ya lo hemos dicho, este experimento democrático se debate entre revolución y constitución.
El gobierno usa todo el poder de sus instituciones para hacer valer algo que no ha podido tener en 17 años: una razón de Estado inexistente. Lo que parió la democracia petrolera ha sido una izquierda panfletaria a imagen y semejanza de su adversario político.
Como lo dijera Arturo Sosa, en Venezuela hay ausencia de proyecto de país. En conclusión, el atavismo político es la única certeza en estos años de bizarra revolución. Los delirios de la crisis La crisis nos confronta. Provoca delirios.
Hace que perdamos la sindéresis y el discernimiento. Nos hace enfrentarnos y automáticamente polarizarnos. Los reclamos van y vienen con lo más inmediato que tenemos.
¿Qué ocurriría si en esta hora aciaga el gobierno en un “golpe de suerte” liberara a los presos políticos y llamara a elecciones? ¿Se atemperarían los delirios? ¿Qué pasará con las validaciones de los partidos políticos? ¿Y los jugosos contratos del Arco Minero con países que pidieron la activación de la Carta Democrática? ¿Cómo quedarán? ¿Estarán sujetos a la sentencia 156 de la Sala Constitucional?
Nuestro propio Termidor Es tiempo de llamar las cosas por su nombre.
¿Cómo es que un Presidente que ha abandonado su cargo puede dar un golpe de Estado?
¿Quién o quienes son los golpistas? ¿El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), su sala constitucional, los magistrados o el gobierno nacional?
¿Se repite el Carmonazo de abril del 2002?
Recordemos que para ese entonces otro TSJ señalaría que no había habido golpe de Estado. El gobierno se deshace del bonapartismo, de esa mezcla de despotismo con autocracia.
Venezuela avanza hacia su propio Termidor.
Marzo 31, 2017
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