OIGAMOS EL CLAMOR DE LA GENTE
D. Pino Pascucci S.
Sin pasión y sí con mucha reflexión expreso un parecer que debe
orientarnos en el debate para encontrar salidas viables, factibles. Sé
que tal propósito no es fácil, y menos fácil se hace cuando nos
dedicamos a la autoflagelación, a la división, a la descalificación y al
insulto.
Estamos
en un momento muy difícil del destino venezolano. Esta hora menguada -y
no es retórica- nos exige mucha inteligencia porque están dadas todas
las condiciones para que ocurra, en términos histórico-politicos, lo
peor, inclusive la disolución del país; esto último no lo digo por
alarmismo, lo digo convencido de que "todos los condimentos están en la
olla".
El país es
más que 15 personas en el poder y más que 15 opositores en escena, es
más que algunos twitteros o seguidores en las redes; el país somos
millones de seres humanos que sufren afuera y sufrimos aquí adentro, la
mayoría de estos humanos en precarísimas condiciones. Debemos, con
dignidad y seriedad oír el clamor de la gente, ir al sentir del
ciudadano común mortal, ciudadano sin cargos ni distinciones
honoríficas. Debemos abandonar la comodidad de nuestra cueva para mirar a
quienes padecen un infierno en el que las retóricas, las estridencias y
las promesas de villas y castillos nada le dicen ni detienen su
procesión en el pasillo de la muerte camino a la guillotina.
Todos, con un mínimo de sindéresis y buen propósito debemos parar
la locura que se está viviendo. Las universidades, las academias, los
gremios, los sindicatos, las comunidades, las iglesias, en fin, todos,
debemos procurar impedir que el cáncer devastador del desatino y la
incertidumbre avance en su recorrido destructor del cuerpo exangüe
llamado Venezuela.
Cuando Giovanni Battista Agostino Codazzi Bartolotti , en 1839, terminó
de elaborar el mapa de Venezuela, nuestro territorio tenía un poco más
de 2 millones de Km2, y por un sin fín de incapacidades, diatribas,
peleas y asedios foráneos e indiferencias internas perdimos la mitad de
ese territorio. A lo largo de nuestra historia hemos padecido muchos
eventos terribles que sumados a los desprecios y vituperios contra la
racionalidad, la inteligencia, la concordia, la serenidad y la
conciencia han contribuido a que hoy casi todo esté destruido, empezando
por el afecto entre nosotros, el derecho a disentir sin ser insultados,
el amor por el terruño, el sentido de ciudadanía y de compromiso no
oportunista ni miserablemente ambicioso.
Después de nuestra independencia hemos perdido tanto que hoy poco
nos queda y podemos perderlo todo. Es verdad que hemos tenido muchos
connacionales brillantes, que hemos hecho y conquistado cosas
extraordinarias, pero también es cierto que un tornado de insensateces
ha arrasado cuanto ha encontrado a su paso.
Todo se habrá perdido si no reflexionamos y nos unimos por el país,
si no entendemos que, como en la antigua Grecia, la Kalokagathia, la
ciudadanía ha de ser la máxima perfección ética de nosotros. Pareciera
que a los líderes les cuesta entender lo que Tales de Mileto aconsejaba
al decir "no trabajes para ser bello de rostro, procura más bien ser
bello de obras; no te enriquezcas con malas artes", pues el hombre debe
ser sagrado para el hombre. De modo, pues, que hace falta filautía (amor
propio) para que pueda haber amor por el prójimo, sentido de alteridad.
El momento es muy delicado y nos toca, desde mi parecer, activar
el sentimiento de Communitas Convivialis, que no es otra cosa que el
cum: juntos, y el munus: el don de dar.. todo ello en convivencia,
pensando y convencidos de que el Cum sea el ser de la existencia, eso
que valida lo que somos como humanos.
Para alentar a todo aquel que quiera liberarse del cepo extremista bien vale citar el Salmo 1 que nos dice:
"Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos".
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